Sobre Finca La Joya

A pesar de crecer en la ciudad y formarme en Economía, crecí escuchando los relatos de mi abuela y padres, de cómo las generaciones anteriores habían aportado a nuestro proyecto familiar de café. Fueron sus vivencias, el contacto con la naturaleza y el aroma a café, lo que me inspiro como cuarta generación a preservar un valioso patrimonio y a continuar con una tradición de visión, tenacidad y determinación.

Fue hace 135 años que comenzó la historia de mi familia con el cultivo de café, cuando mis antepasados sembraron en el oriente de El Salvador, la primera planta de la variedad Bourbon. De aquella semilla surgió un legado.

Finca La Joya, como su nombre la describe es una preciosa “Joya” para quien la visita. Es un valioso patrimonio natural con una ubicación geográfica sorprendente. Nuestra Joya, se encuentra alrededor de Tres Cumbres, en la cordillera Tecapa, en la ciudad de Berlín, departamento de Usulután. La altura de sus tierras, suelos ricos en materia orgánica y niebla que la cobijan; dan vida a un café aromático y balanceado, con notas únicas florales y frutales.

La Joya, es un oasis de tranquilidad para una diversidad de fauna silvestre como mariposas, pericos, arañas, pájaros carpinteros, colibrís, abejas, armadillos y cotuzas. Además, quien la visita tiene el privilegio de observar a nuestra ave nacional el Torogoz. Al preservar nuestra “Joya”, no sólo estoy contribuyendo a la conservación de bosque, sino también a la generación de oxígeno y agua en mi comunidad.

Mi visión es garantizar en todo momento la trazabilidad, calidad y sostenibilidad. Para ello, innovamos con mejores prácticas agronómicas. Realizamos compostaje con la pulpa de café, lo cual nos permite suplir de manera amigable con nutrientes nuestros cafetales. También, utilizamos máquinas ecológicas, que nos permiten ser más eficientes, a través de un mínimo consumo de agua y energía.

Pero, sin duda alguna, el trabajo manual que realiza cada uno de nuestros colaboradores es lo que hace especial a nuestros cafés. Son ellos los que resguardan, preparan con esmero la tierra y hacen posible la siembra de nuestras diferentes variedades como Bourbon, Pacamara, Icatú, Pacas, Marsellesa, Moka, Maragogipe y Cuscatleco; bajo la sombra de laureles, cedros, pepetos y árboles frutales. Asimismo, durante la cosecha, seleccionan cuidadosamente las cerezas en su óptima madurez, las cuales procesamos como cafés naturales, honey o lavados.

El café, por generaciones ha sido un símbolo centenario de esperanza para la comunidad donde opero. Me siento feliz al ser fuente de empleo y empoderamiento para las mujeres de mi comunidad; lo cual me llena de satisfacción y resiliencia, a pesar de las dificultades a las que me enfrento como productora; como el cambio climático, la falta de oportunidades de financiamiento y de espacios que promuevan la participación de más mujeres en la agricultura.